Hace unas semanas leí en The Wall Street Journal una entrevista al Dean Sunil Khumar (Chicago Booth). En un momento de la entrevista, decían:
WSJ: Booth is exploring which factors predict student and graduate success. What does that effort entail?
Mr. Kumar: This past year we asked first-year students two questions: Nominate three people from your class you would most want to take a class with in the second year, and who do you expect will grace the cover of a magazine in 20 years?
The first question was intended to [determine], how well is the class working? We were very heartened by the response. Approximately two-thirds of the class was nominated by somebody.
Una de las teorías sobre la formación de MBAs en “elite” b-schools dice algo así como que no importa la calidad de la formación, sino el nivel de selectividad a la hora de admitir a los alumnos. En realidad, ahonda en el clásico dilema de si las elite b-schools deben formar o deben ser buenos cazatalentos, haciéndole el trabajo a los recruiters, de manera que cuando estos vayan a Harvard o Chicago a reclutar, ya sepan de antemano que la “materia prima” es de altísima calidad. En este sentido, me parece interesante que hasta ahora habíamos visto a escuelas “atadas” a su reputación (vía rankings), para demostrar que pueden pertenecer “al club” de “las buenas”, lo cual, a su vez, llevaba a profesorado y dinámicas de aprendizaje a estar también atadas a la reputación. En otras palabras, “si no me consideran un profesor “interesante” con contenidos en clase “interesantes”, los estudiantes nos van a puntuar fatal en los rankings”, lo cual va a minar la posición de la escuela en los rankings, y por consiguiente su reputación se verá perjudicada. Ahora bien, lo que no habíamos visto hasta ahora es que directamente se interpelara a los alumnos por “lo interesantes” que son sus “peers”: en definitiva, por la percepción que otros tienen de uno mismo, y por lo tanto, por la posición “reputacional” de cada uno dentro de la clase. Es decir, por el ranking de cada uno comparado con el resto de compañeros/as.
Este es para mí un ejemplo clarísimo de hasta qué punto nos encaminamos a una economía hiper-reputacional, en la que las percepciones y la capacidad de comparación impactan en todos los procesos decisionales, con el riesgo de que las economías reputacionales generan dinámicas “winner-takes-all”, que invitan a la imitación de “los de arriba” para parecerse a “los que van primero”. Porque en una economía “big-datizada”, como dice la pregunta del WSJ, lo importante es “predecir”.